lunes, 21 de marzo de 2011

La realeza ha llegado al barrio

Sí, así ha sido. En este país también hay princesas de barrio. No sé cómo son las del programa ese de un canal español, me imagino que no se llevarán mucho con las de aquí, aunque éstas hablan inglés, y gritan y berrean en inglés. Mi compi de piso y yo les llamamos "chounis", lo mismo que chonis, pero pronunciado a la inglesa. "Choni", otra palabra que apenas se usaba cuando vivía en España, entonces era un diminutivo de Ascensión. Ahora por lo que parece, está muy generalizada.

No hace ni un mes que tenemos nuevas vecinas: no sé cuántas, la verdad, porque en el piso de enfrente hubo mucho movimiento durante días: mujeres jóvenes, niños pequeños entrando y saliendo, parece que limpiando, pintando y escuchando música, a veces pelín más alta de lo normal. Dos días más tarde los abuelitos del bajo se quejaban de que los nuevos vecinos hacían ruido. La verdad es que los pobres no ganan para sobresaltos, pero ésa es otra historia. Y después, nada, me olvidé de las vecinas nuevas.

Esta noche, a eso de las 9, al volver a casa del trabajo, he oído gritos desde el aparcamiento. Una discusión. De vez en cuando hay alguna movida por la calle, unas tres o cuatro veces al año, normalmente de madrugada. A casa rapidito, me he dicho, preparándome en la mano la llave para abrir el portal y entrar cuanto antes. Al doblar la esquina me he parado en seco. Ahí estaban las princesas, una delante del portal y otra asomada a la ventana del primer piso... a grito pelado. No he querido abrir, por si se colaba la princesa dentro y se montaba una más gorda. Así que me he vuelto sobre mis pasos y me he metido en el coche. He llamado a mi compi por el móvil: parece ser que esta princess es la segunda vez que se presenta en el día. En fin, a los pocos minutos se ha marchado y yo he aprovechado para entrar. De momento la cosa sigue tranquila.

No es la primera vez que princesas de este tipo se alojan en el edificio. La mejor fue la Sindientes, sin duda, todo un caracter. No llegaba a los 30 y le faltaban los paletos. Pero eso para otro día, que hay que descansar.

Conclusión: en todas partes cuecen habas, o princesas.

Por cierto, un día al llegar a casa, se oía en el rellano una canción que la juventud bailábamos allá por... ¿finales de los 80 o principios de los 90? ejecutando los mismos pasos de forma sincronizada. Fue un viaje en el tiempo, a una discoteca española cualquiera: era "el bailecito". La juventud bailaba. Y las princesas de hoy en día también.









domingo, 20 de marzo de 2011

Disfrutando de la naturaleza

Hace poco decidí hacer algo para ponerme en forma. Los años no perdonan, ni los kilos, y el estrés tampoco. El caso es que por hache o por be nunca he durado mucho activa, ni he sido una persona deportista. Ahora he terminado mi segunda semana (8 sesiones en total), y no, no es que haya visto la luz con los beneficios de la actividad física (aunque ahora duermo de un tirón y estoy más tranquila). La revelación ha sido lo que disfruto moviéndome al aire libre: vivo en un país donde el tiempo es impredecible, hace más frío que calor y llueve a menudo. Como dice el tópico, en un día podemos tener las cuatro estaciones. Y en todos estos años, quitando días de primavera y verano, nunca se me habría pasado por la cabeza salir a hacer deporte sí o sí, whatever the weather. Para eso existen los gimnasios ¿no?

Bien, pues hace cosa de un mes las misses y yo tuvimos la suerte de toparnos con un compatriota encantador. Dos de ellas lo volvieron a ver, resultó que es profe de Educación Física y una de las niñas decidió quedar con él para charlar y empezar a hacer sesiones individuales. Allá fuimos las demás y ahora es nuestro "Personal Trainer". Qué voy a decir, nos prepara clases adaptadas a nuestro nivel, edad etc, nos habla de nutrición, músculos, estiramientos, resistencia, respiración y un largo etc. Y cuando queremos darnos cuenta hemos estirado, corrido, jugado al balón, a pillarnos a la pata coja; nosotras obedientes, hacemos todo lo que nos dice. Y así, sin prisa pero sin pausa (¡y sin dietas!), nos vamos a poneren forma y como sílfides este verano.

Alternamos entre un parque muy grande, (donde nos hacemos un hueco entre un nutrido grupo de hombres, sólidos como armarios roperos, que entrenan y juegan al rugby), y la playa (donde sorteamos familias con niños y/o perros, parejas, grupos de adolescentes, abueletes etc). Lo que más disfruto es estar al aire libre: hacer estiramientos en el suelo mientras observo la luna, las estrellas -si no está nublado-, o mirando al mar, correr por la hierba o por la playa, sintiendo el sol -cuando lo hay-, o el viento o la lluvia (ejem, de momento sólo ha chispeado un día). Escuchar los sonidos de fondo (los armarios roperos, los niños, los perros, los pájaros, el viento, el mar...). ¿Quién quiere estar "puertas pa´ dentro"? Yo no.

Debido sin duda a la falta de ejercicio, desde hace un par de días me han dolido los tobillos, así ni ayer ni hoy he seguido el programa, si no que Personal Trainer me ha hecho una lista de ejercicios que incluían caminar metiendo las piernas (hasta la rodilla) en el agua del mar, que estaba fría fría de cojones. ¡Cómo me dolían los pies! Después de unos minutos el dolor ha desaparecido, he hecho mis ejercicios y tan contenta. Tengo que seguir con baños de agua fría-caliente para los tobillos aquí en casa, en la bañera. No hay color. Sin duda prefiero el mar.

En fin, que no siendo yo una persona con tendencia al contacto directo con la naturaleza, todas estas sensaciones me han sorprendido.