Hace muchos años, en medio de una discusión adolescente con mi padre en la que debí soltarle alguna que le dejó sin saber que responder, me dijo esto: "tú sabes mucho, me parece a mí. Yo tendría que haberte puesto a trabajar a los catorce años en vez de estar pagándote unos estudios". Me los siguió pagando, claro, porque quería que tuviera una formación, un porvenir , independientemente de que a veces le pudiera salir contestona y listorra. Y no sabe cuánto le agradezco que lo hiciera.
Cortan el grifo de las Erasmus, parece que corren el peligro de desaparecer. Se dice mucho a favor (sentimiento de pertenencia a un espacio común, conocimiento de otras culturas y formas de vida, un ir más allá de los estereotipos, recibir una formación más completa) y en contra (juergas, desmadre, alcohol y sexo, poco aprovechamiento académico, como si los que aplauden su desaparición no supieran que no hace falta irse al extranjero para eso, en fin).
Aparte de todo lo dicho, pienso que sería una pena que se acabase la oportunidad de ver cómo funcionan la política, la justicia, el compromiso ciudadano en otros países del entorno y compararlos con el nuestro. En todas partes cuecen habas, cierto, corrupción y comportamientos antidemocráticos están asociados al poder, pero la reacción ciudadana y los mecanismos de control son distintos, mejores en otros países con una mayor madurez democrática y de eso hay que aprender. Si la gente no sale fuera y lo ve no puede comparar. Y es más fácil mangonearla. Mejor que no sepan, mejor que piensen que todos son iguales y nada se puede hacer. Luego les contamos que ahí fuera nos tienen manía, incluso envidia. A la juventud mejor dejarla "sin estudios". Lástima que a esta juventud no la puedan ni siquiera poner a trabajar.
Yo nunca me fui de Erasmus, no tuve esa oportunidad. Pero a finales del siglo XX agarré una maleta y salí al extranjero a trabajar y estudiar, en lo que pensaba sería un año fuera y va camino de ser toda una vida. Y he tenido tiempo de ver y comparar, y aprender, y también de asumir responsabilidades y exigirlas a quien le pago el sueldo para que gobierne. Y esto es algo que nunca hubiera desarrollado de haberme quedado allá en mi tierra. Porque no lo habría visto nunca ni habría sabido que existiera. Como le pasa a una parte de mi familia y a algunos amigos. Y hoy yo estaría como ellos.
Todo este pedazo de introducción para decir que hoy estoy cabreada. Con ellos. Son buena gente, trabajadores natos (los que aún tienen trabajo), que no han vivido por encima de sus posibilidades, que se preocupan por sus hijos, por su comunidad, pero que no terminan de enterarse. Porque piensan que este bache pasará tarde o temprano, o porque se creen lo de que no hay dinero y es normal que se recorte, o porque ya no ven la tele para no ponerse enfermos, o sencillamente porque siguen con su rutina video-consolera, telebasurera y feisbukera y no tienen tiempo para leer un periódico, o porque están tan ocupados con los hijos, con los estudios, que no les da tiempo a nada más, o porque están muy estresados pensando en cómo llegar a fin de mes, con la subida de la luz, la gasolina, el gasóleo de la calefacción etc... o porque todos los políticos son iguales y esto no tiene arreglo y no se puede hacer nada. No se puede hacer nada porque nada va a cambiar es el mantra. Ya ni siquiera informarse. Y yo desde aquí estoy más enterada de lo que pasa allí que ellos, y tampoco me entero del todo. Claro que algunos no tienen internet, ni tiempo para meterse. Si se informaran, se cabrearían, y si se cabrearan, protestarían.
Llevo dos fines de semana mandándoles mensajes de texto para que vean un programa de una cadena española que lleva como título el participio del verbo salvar. Un programa que me parece de lo más interesante y esclarecedor. Se podrá o no estar de acuerdo en todos los planteamientos, pero tiene miga. ¿Pensaréis que alguien me ha contestado diciendo que lo va a ver, o que lo ha visto y qué ha descubierto, qué le ha parecido, o que? Pues no, a día de hoy ni los del guasap, que les sale gratis. Nada. Ni un mal correo electrónico. Aunque sea para llamarme pesada, aguafiestas, plasta. Bueno, exagero, sólo una respuesta, no pudo verlo porque eran las fiestas del barrio, y de verdad que lo entiendo, que uno tiene que salir también un rato y olvidarse de preocupaciones, peeero, ¿el resto del tiempo?
¿Tiene sentido que yo piense tanto en ellos? Al fin y al cabo yo no estoy pasando frío por no poder poner la calefacción, yo no tengo tíos ni suegros con el paro agotado y pasándolas canutas con la ayuda mínima, yo no estoy en el paro, yo no estoy sufriendo recortes salariales -de momento-, yo no estoy desesperada porque se me va a pasar el arroz pero no me puedo permitir quedarme embarazada, yo no tengo unos hijos en casa sin trabajar, viendo cómo se les va la juventud, con una vida estancada sin visos de mejorar, yo no soy quien está estudiando una carrera y ¿para qué?, yo no tengo que preguntarme qué clase de futuro les espera a mis hijos cuando crezcan. Además tampoco pago los impuestos allí.
Yo tengo que empezar a pensar que cuando las barbas de tu vecino veas pelar... porque aquí también hay tijeras, lo que pasa es que hay más tela para recortar y por eso no es tan evidente. Y si llegado el momento tengo que salir a protestar, espero no comportarme como la ovejita crédula y sufridora que sería ahora mismo allí de no haber visto lo que se hace en otras partes del mundo. Así que a pesar del cabreo les entiendo. Y admiro profundamente a esos otros familiares, amigos, conocidos y desconocidos que se informan, que se mueven, que protestan, que se manifiestan.
Ay, España duele.
Añadido: Casualidades de la vida, en un periódico digital me he encontrado con
esto . La columnista, "susurrando al oído de algunos expertos" el nombre del conductor del programa, realmente hace lo mismo que yo con mi familia y amigos. Claro que susurrar es más sutil que lo que hago yo que soy más directa. Me da que es un programa ignorado inocente o interesadamente por tertulianos varios.