Cuando yo era una adolescente de instituto, las discotecas eran el lugar donde ir los sábados, a bailar, beber unos cubatitas, conocer gente, ligar. Muchos matrimonios amigos míos se conocieron en una disco. Los viernes también se iba si había fiesta de estudiantes y los domingos si era fiesta el lunes. Entre otras, tres preguntas básicas para entablar conversación con el otro sexo eran las siguientes:
- ¿Tienes fuego? / Perdona, ¿tienes un cigarro? (Para acercarse, tanto ellos como nosotras).
- ¿Y tú estudias o trabajas? (Para continuar la conversación, aunque se decía que era un poco cateto preguntar eso, tarde o temprano salía la pregunta).
- ¿Quieres bailar? (Sí, aún existían las lentas. Para acercarse más, normalmente eran ellos quienes preguntaban).
Los tiempos han cambiado: no se fuma en lugares cerrados, el baile lento no está de moda, y lo más triste, en cuanto al empleo juvenil, qué decir, cualquier comentario sobra.
Ayer se publicaron las nuevas cifras del número de desempleados. Deprimente. No hay nada que no se haya dicho ya. Me llega al alma lo del porcentaje del paro juvenil. Recuerdo mis tiempos de parada tras acabar la universidad, mis ansias por encontrar un trabajo que me diera una estabilidad económica, mi impotencia y frustración porque no salía gran cosa.... A finales del siglo XX no estaban las cosas tan mal como ahora, pero no había muchas perspectivas donde yo vivía, al menos que me permitieran lo que yo quería: independizarme del nido familiar, vivir mi vida y viajar. Entonces era ya un lujo el "trabajo fijo", quien lo tenía, tenía un tesoro. Tras hacer mil y un cursillos de formación decidí irme al extranjero una temporada. La idea era despejarme por un tiempo, coger fuerzas para volver después a prepararme unas oposiciones, y aprovechar para aprender inglés, que ya se decía que sin ese idioma no ibas a ninguna parte. Luego se ha demostrado que no es cierto, como bien decía ese chiste que circulaba por internet hace un tiempo, que sin inglés se puede llegar a ser diputado y hasta presidente de gobierno. Al final me convertí en una "española por el mundo".
Y a mis sobrinos les digo que estudien, que estudien mucho, que se preparen bien, y que aprendan idiomas. Quedan años hasta que se tengan que incorporar al mercado laboral. Pero nunca se sabe dónde. Al llegar a la isla experimenté lo que es poder trabajar (con contratos laborales de más de tres semanas), estudiar, ganarme la vida, ahorrar para mis gastos y hasta para irme de vacaciones. Y no trabajaba "en lo mío", si no de camarera. Fui una camarera muy feliz. Y lo más importante: descubrí que existían opciones, que se podía cambiar de trabajo con facilidad, incluso de profesión. Conocí gente que dejaba sus trabajos y se iba por un año a viajar por el mundo, sin preocuparse más allá: ya encontrarían algo cuando volvieran. Supe de un director de hotel que se hartó y se hizo cartero. Conocí algunos españoles por el mundo que acabaron ocupando puestos de responsabilidad en empresas, sin tener estudios superiores. Yo, de hecho, nunca he trabajado de "lo mío" (léase titulación universitaria). Pero he tenido trabajos que ni de coña me habrían dado en España. En resumen, todo esto me dio alas, empecé a saborear un tipo de libertad que nunca había conocido: cuando no existe el miedo a no tener trabajo o a perderlo, ves la vida y vas por ella de otra manera. Y hasta hoy.
Pensar en gente joven con ilusiones, con energías, con ganas de comerse el mundo que no tiene trabajo ni visos de conseguirlo a corto o medio plazo, o que está en condiciones precarias me deprime de verdad, es muy injusto. ¿En qué clase de adultos se convierten los jóvenes sin oportunidades? Bueno, me dicen y es cierto que esta gran crisis pasará, y no hay mal que cien años dure. ¿Pero hasta entonces qué? ¿Cómo combatir la frustración, el abatimiento, la pasividad, el aborregamiento que esta situación conlleva? Y hoy en día ya no se trata sólo de dar un paso más en tu crecimiento como persona y convertirte en adulto. Se trata de sobrevivir, que he leído la burrada de familias que hay con todos sus miembros en el paro. Durante la juventud es cuando se tienen más fuerzas, iniciativa, atrevimiento, así que de un modo u otro saldrán adelante. O en España o en otro sitio. No quiero finalizar la entrada de modo deprimente, así que ahí van unos chistes de mis primeros años mozos, no especialmente buenos todos, pero que encajan con esas preguntas básicas del principio.
En una discoteca...
- Oye, ¿y tú qué marca fumas?
- ¿Yo? Luqui.
- ¿Lucky Strike?
- Luqui me den.
En la misma discoteca...
- Hola, ¿quieres bailar?
- No.
- ¿Y eso?
- Eso es mi amiga y tampoco baila.
- Hola, ¿quieres bailar?
- No se hizo la miel para la boca del asno...
- Oye, que te he pedido bailar, no que me la chupes.
En la misma discoteca, con la música muy alta...
- ¿Y tú estudias o trabajas?
- ¿Cualo?
- ¡Que en qué trabajas! (Que nadie se ofenda, por favor, eran otros tiempos y nosotros, estudiantes de pueblo, unos ignorantes).
Por cierto... ¿qué preguntas básicas se hacen los adolescentes de hoy para entablar conversación?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Otra guinda para el cesto