En un reciente viaje a España conocí en casa de una amiga a una joven madre de una criatura de poco más de un año. Casada y trabajadora, con el cinturón apretado y mucho estrés, como suele ser normal en estos tiempos. Esa tarde llegó a casa de mi amiga (su amiga también, claro) con necesidad de desahogarse, así que no le importó mucho hablar delante de una extraña -yo-, y tampoco creo que le importe que lo cuente.
Esta chica trabaja para una empresa donde hay turnos de mañana y de tarde. Ambos turnos pueden ser de seis o de ocho horas, siendo el suyo de mañana y de ocho horas. Desde su reincorporación tras su baja por maternidad, se acogió a su derecho de reducción de jornada para poder ocuparse de su retoño, y ha estado trabajando seis de las ocho horas que establece su contrato desde entonces. Recién estrenada la reforma laboral, la empresa tomó la decisión de suprimir el turno de mañana de ocho horas (no el de seis), y pasar a la plantilla con ese contrato a la tarde. Una mañana se les comunicó mediante una lista en la que no aparecían algunas personas, concretamente las madres con reducción de jornada. No tardaron en oírse voces de protesta del tipo: "Aquí falta gente". "Yo no doy nombres pero aquí falta gente". Ante la sospecha de que a las madres les habían respetado el turno, no tardaron en surgir las conversaciones de cafetería, en las que se escucharon perlas como que "ser madre es una opción" o que "es que por ser madres no tienen por qué tener privilegios". Tras una mañana de comentarios, rumores etc, esta chica y otras madres pasaron de no estar incluídas en la lista a ser llamadas al despacho al final del día y al día siguiente para notificarles el cambio de turno, sin opción ni posibilidad de negociación. El hecho de que no aparecieran en la lista pudo quizás deberse a que el ordenador sólo reconoció a quienes de facto trabajaban ocho horas, sin tener en cuenta reducciones. También corrió el rumor de que alguien había pasado una lista de quienes faltaban a la Dirección, al fin y al cabo no es una empresa tan grande y se conocen todos.
Que la empresa se pasó por el arco del triunfo las circunstancias de estas mujeres integrantes de su plantilla, que la conciliación familiar les importó un pepino, que ni siquiera consideraron la opción de mantenerlas en el turno de mañana dadas sus circunstancias, ni mostraron interés en saber en qué situación quedarían, si podrían apañárselas y continuar trabajando, y que esto en definitiva los gerentes lo hicieron porque pudieron, pues en fin, entra dentro de lo que tristemente se puede esperar. Desgraciadamente además (vayan por adelantado mis disculpas a las empresas españolas que valoran más a su plantilla), esto también entra en el concepto de "marca España", expresión que se oye mucho últimamente, pero que tiene también esta cara cutre y atrasada.
Y ahora vamos con la reacción del resto del personal laboral, que es la que más me impactó. Mi pregunta es: ¿fueron esos comentarios el colmo de una actitud a todas luces machista? ¿O fueron simplemente un reflejo de un "aquí si me jodo yo nos jodemos todos"? ¿O quizás las dos cosas? Reflexionemos unos momentos antes de continuar... ¿Ya tenemos una respuesta? Pues bien, ahora viene lo mejor. Esa plantilla del turno de mañana de ocho horas estaba formado única y exclusivamente por mujeres. Añado otra perla cultivada en cafetería que no puse más arriba: " es que ser madre es una elección, no es justo que la que no quiera ser madre no pueda tener esos beneficios".
Triste, muy triste ¿no? Todas mujeres, y de diferentes edades. Entre las que protestaban había desde jóvenes y no tan jóvenes solteras hasta señoras con hijos ya crecidos e independientes. No, no voy a caer en eso de que las mujeres somos muy malas, unas lobas entre nosotras, que somos nuestro peor enemigo y blablabla, porque no es verdad. De hecho hubo más compañeras a quienes les pareció bien si las madres podían quedarse en el turno de mañana. La empresa no habría tardado en darse cuenta de su error, las madres habrían pasado sin remedio al turno de tarde tarde o temprano. Pero hay que ser muy corto (cortas en este caso) de miras para reaccionar como lo hicieron, amparadas en semejantes argumentos: significa que todavía hay quien no se entera de que lo que beneficia a uno nos beneficia a todos, que se trata de derechos, no privilegios, y que no hay que arrastrar hacia abajo a nadie, si no luchar por mantenernos todos a flote y si puede ser subiendo. Como miembros de una sociedad y como mujeres, cero patatero para estas trabajadoras. Esta actitud es el mejor regalo que se puede hacer a quienes por nuestro bien, suprimen derechos día sí y día también.
En fin, tampoco hace falta comentar mucho más. Quizás ciertas corrientes feministas que endosan a los hombres la exclusiva responsabilidad de las injusticias contra el género femenino, deberían darse cuenta de que aún queda mucho por hacer entre las mujeres cuando no son capaces de reconocer y percibir como bueno el que otras puedan, llegado el caso, conservar un turno de trabajo si el cambio hace imposible el cuidado de los hijos. Porque hoy en día ya se sabe, si no puedes ser flexible, pues a la calle.
¿Y la empresa? ¿No sería su decisión una muestra de la tan cacareada "violencia estructural" contra la que se iba a luchar para que las madres pudieran ejercer su derecho a ser madres? Ingenua que es una, que de verdad que yo pensaba que era eso a lo que se refería el ministro, ahora no tengo ni idea de lo que puede ser.
viernes, 27 de abril de 2012
domingo, 22 de abril de 2012
Cosas que pasan por la cabeza
Ayer fui a un restaurante italiano, donde algunos de los
camareros son viejos conocidos: no nos vemos mucho pero existe ese tipo de
cariño entre extranjeros que llegamos aquí en la misma época hace ya años (en
principio para una temporada) y terminamos asentándonos de manera permanente. Tras
la cena, cuando el restaurante se iba vaciando, pude hablar unos minutillos con Mr. Abruzzo. “E come va la Spagna, Guinda? –me preguntó-. Perche l´Italia è un
casino…”. (Un follón). Y hablamos un ratillo del “casino” italiano y el
“casino” español. Ambos coincidimos en el mal cuerpo que nos deja meternos en
Internet día a día y leer las noticias, él las de Italia, yo las de España.
El problema es que no da tiempo a reaccionar: el cúmulo de
noticias sobre recortes, ajustes y sus consecuencias en gente que no tiene la
culpa de nada, indultos, corrupción, cara dura, cinismo etc. se produce a tal
velocidad que apabulla, paraliza y deprime. No da tiempo a reaccionar, digerir
la noticia, escandalizarse en condiciones, protestar. A eso se unen las
historias de familiares y amigos, familiares de amigos, amigos de familiares y
amigos de amigos: más recortes, despidos, situaciones difíciles. Es verdad, te
quedas con mal cuerpo y en ocasiones no se te va de la cabeza en todo el día.
Este viernes me sorprendí despertándome acongojada pensando en qué sorpresas
depararía el consejo de ministros.
Y no son solo las noticias en sí, si no el cinismo de la clase
política que tras meter la tijera afirma sin despeinarse que la calidad de los
servicios no tiene por qué resentirse. Jijí-jajá-jujú. Pienso en la educación, por
ejemplo. Pues claro que se va a resentir la calidad, claro que sí. No sé si
habrá más manifestaciones o protestas. Pero aparte de participar en ellas y
reivindicar un mayor presupuesto y mejoras, ¿qué puede hacer un ciudadano en su día a
día? Pienso en lo bueno que sería que padres y alumnos no dejaran solos a los
profesores en esto: que los padres que no lo hacen se implicasen más y de manera más firme y
constante en la educación y el rendimiento escolar de sus hijos, que les animasen
a estudiar, a esforzarse, a dar lo mejor de sí mismos, a respetar a sus
profesores, a participar de forma activa en las clases, a hacerles ver la importancia
de formarse, a valorar y aprovechar la oportunidad de educarse. Y que los padres colaborasen con los profesores, que no los vieran
como “enemigos” de sus retoños. Y que los retoños que no lo hacen, empezaran a tomarse en serio esta parte de su vida.
Quería hablar de más cosas: de si realmente sirve de algo
caer en este estado de ánimo, reflexionar sobre qué podemos hacer como individuos en el día a
día, pero no logro pasar mis ideas a palabras. Quizás otro día porque si no
esta entrada irá al cajón de las empezadas y nunca publicadas, que en estos
meses han sido unas cuantas.
Por cierto, Mr. Abruzzo me preguntó por mi signo del zodíaco y la
fecha de mi cumpleaños. Tras hacer unos cálculos numéricos me dijo todo serio
que Saturno se estaba empezando a alejar de mi signo y que a partir de
septiembre iba a notar una mejoría notable, porque sin duda llevaba ya un año
difícil. Pues sí, mi pequeña economía cayó en una segunda recesión y, aunque
apretada, vuelvo a respirar, aunque esto Mr. Abruzzo no lo sabe, y un "año difícil" es
la norma ahora mismo. No creo mucho en los horóscopos, pero hasta una cosa así anima
en estos momentos. Ah, si esta explicación se pudiera aplicar a los países no habría
más que esperar a una conjunción favorable de astros para ver a España salir
del bache.
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