viernes, 3 de junio de 2011

TeCuatro, territorio hostil

La TeCuatro es amplia, luminosa, colorida y moderna, casi futurista. Y seguro que ecológica. Parece acogedora. Tiene tiendas y más tiendas, cafeterías, restaurantes, papeleras a la vista, varias plantas, escaleras mecánicas y ascensores de cristal para subir y bajar, puertas automáticas, un trenecito que te trae y te lleva... Una terminal de ensueño, muy bonita de ver. Hasta que te ves dentro y tienes que dirigirte a tu puerta de embarque, o a la salida.

Yo ya me he acostumbrado a ella, es como una de esas poblaciones con una señalización pésima: sabes llegar a todas partes si eres de allí, pero un forastero puede estar dando vueltas y más vueltas con su coche sin ser capaz de encontrar la dirección que busca. De modo que ahora me manejo bien, pero las primeras veces me perdí, y puedo asegurar que en este caso no es que me bajara del guindo y me plantara allí, no, la verdad es que conozco un número respetable de aeropuertos. La TeCuatro no carece de señalización: tiene señales, muchas señales, demasiadas señales, flechas, símbolos, dibujos, letreros, muchos colores. Los trayectos a pie son taan largos que dudas de si vas en la dirección correcta, levantas la vista buscando una señal que lo confirme y no la encuentras. En su lugar ves otras muchas, por ejemplo el abecedario en colorines, son las puertas de embarque. ¿Qué hacer? ¿Continuar? ¿Volver sobre tus pasos para asegurarte de que no te has equivocado? Mejor ir con tiempo. O embarcar puede convertirse en una misión imposible.

¿Por qué escribo esto ahora? Pues porque el otro día, a punto de llegar al control de pasaportes tras una larga caminata desde el avión, había una chica llorando desconsoladamente. Un trabajador le preguntó qué le pasaba: nada, resulta que se había perdido tratando de llegar a su puerta de embarque, y por tanto había perdido su vuelo. Un vuelo transoceánico por el acento de la chiquilla. Joder, nada cambia, pensé. La primera vez que usé esta terminal, hace unos tres años, me costó mucho encontrar mi puerta de embarque: me perdí. A medio camino oí gritos: era un hombre desesperado porque su vuelo se iba sin él y otros dos. Por el acento, se trataba de otro vuelo de larga distancia. "¡Mi padre está muerto" -decía- "y no voy a poder ir a su entierro!". Resulta que no encontraron la puerta de embarque a tiempo. Para cuando llegaron, ya se habían cerrado las puertas del avión. No había otro vuelo hasta no sé cuántas horas más tarde. Su desesperación me llegó al alma, y también la respuesta del chico uniformado que le atendía: "Oiga, a mí no me grite". No sé cómo acabaría la historia. Yo tenía que llegar a mi puerta si no quería acabar gritando a alguien.

En este aspecto la TeCuatro parece diseñada más para lucir bonita que para ser usada por personas cuyo hábitat natural no es un aeropuerto. No sé si hay libro de reclamaciones o buzón de sugerencias, para escribir esto. Tendré que preguntar la próxima vez. Que se pasen los comentarios o reclamaciones por el arco del triunfo es posible, pero por lo menos una se desahoga.

2 comentarios:

  1. Sabes Guinda, una de las peores experiencias de mi vida la pasé en el aeropuerto de Madrid, hace ya dos años (no sé si entonces se llamaba T4); fuí a recoger a alguién muy especial que volvía después de destrozar mi confianza, y con ese ánimo, me perdí en esa terminal.
    Gracias a dioss encontré el camino y encontré algo más que había perdido.
    Un beso

    ResponderEliminar
  2. Carmela, si era una terminal enorme y recién estrenada, sin duda era la T4. No sé si ese alguien que fuiste a recoger fue quien inspiró el texto de tu última entrada de blog. Y si después de la mala experiencia encontraste algo que habías perdido (¿la confianza, quizás?), al menos la mala experiencia de Barajas terminó bien.
    Un abrazo

    ResponderEliminar

Otra guinda para el cesto