lunes, 13 de agosto de 2012

Haciendo la maleta

Hora de marcharse por unos días. En busca de sol, de calor, alertas naranja incluídas si se tercian. Mientras haya un lugar para darse un remojón y buena compañía, los grados no me importan.

Y hablando de altas temperaturas, aquí dejo esta sugerente canción. Pensaba que era nueva (no recuerdo haberla oído nunca) pero al buscarla en la red me he enterado de que tiene casi ¡20 años!, es de 1993.  Ayer la tuve todo el día en la cabeza tras escucharla en la radio, es pegadiza. El estribillo (donde me parece escuchar un lindo gatito), me encanta.

Tease me, tease me, tease me, tease me, baby (¡¡miau!!), ´til I loose control...



¡Hasta pronto!

jueves, 9 de agosto de 2012

Fondo de armario

Lo vi colgado de una percha, escondido entre otros muchos en una tienda benéfica de segunda mano. Me llamó la atención por lo coqueto y femenino y por su falda plisada. ¿De qué material estaba hecho? ¿Crepé, tal vez? No sé, era muy ligero. Parecía de esos que no necesitan plancha. Tenía unas manchas, ¿se podría lavar? ¿a mano o a máquina? ¿O quizás sólo admitía limpieza en seco? Lo volví del revés buscando la etiqueta. No la encontré. Del revés me llamó más la atención todavía: no era una confección industrial, al menos como yo la he conocido siempre, con sus pespuntes y remallados imposibles de hacer con una máquina normal. Sin embargo, tampoco parecía un producto hecho en casa. Era algo a medio camino. En los tirantes se apreciaban unas diminutas puntadas hechas a mano. Quizás la dueña había tenido que meterlos o sacarlos un poco. Esto parece antiguo -pensé-. Por fin encontré una etiqueta. No decía nada de acerca de su cuidado, pero sí de su origen: Made in Spain. ¡Qué ilusión! Algo fabricado allí, concretamente en Valencia. Un número de teléfono sin prefijo provincial y una "G" completaban la información. Nada de códigos de barras, C.I.Fs, sedes sociales o similares. Y una G de "grande", no una L... Esto es antiguo, desde luego, -pensé-.

         

Me metí en el probador. El vestido me entró bien y no me estaba grande. Yo uso una talla mediana o eso me dicen los fabricantes de hoy en día. Se dice y creo que es verdad que han ido cambiando las medidas de las tallas para "hacernos sentir bien". Me miré de frente, de un lado, del otro lado, por detrás. Era bonito. El escote engañaba, a pesar de terminar en pico era muy recatado, tan alto que no dejaba ver ni una pizca de canalillo. Y era más translúcido de lo que aparentaba. Qué raro que no tuviera forro, pero recordé que en otros tiempos las combinaciones eran una parte muy importante de la lencería femenina. Me miré de nuevo. En vez de ser yo, podría ser mi madre en las fiestas de su pueblo cuando estaba soltera. Ya me había enamorado del vestido. Esto es de verdad antiguo -pensé-, una de esas cosas retro, "vintage", que es como le ha dado a la gente por llamarlo ahora. ¿Quién pudo ser su dueña? ¿Cuándo lo compró? ¿Y dónde? ¿En unas vacaciones en España, o aquí? ¿Se hizo en un taller, en una fábrica o fue el trabajo de una modista particular? ¿Y cómo llegó hasta la tienda de segunda mano?  ¿Se deshizo la dueña misma después de haberlo conservado muchos años o quizás murió y su familia al hacer limpieza lo metió en una bolsa junto a muchas otras cosas para donarlo a la tienda?

Creo que lo voy a comprar -decidí-. Le saco un poco los tirantes, le pongo un cinturón chulo y ya encontraré la ocasión de lucirlo. Pero ¡ay! esas manchas... Humedecí una de ellas con agua de una botella y desapareció. Mío, mío, me lo llevo. Y me lo llevé. Por siete libras esterlinas. Directo a ese fondo de armario. ¿No dicen que ha de tener al menos un vestido negro?

Ya en casa, llamé al teléfono de la etiqueta, por curiosidad. Nada. Error en la llamada. Será que ese número ya no está activo. La verdad, no tengo ni idea de si el vestido es antiguo o no, pero da igual. Me encanta. Y me lo voy a poner. Aunque no esté a la moda. Una de las ventajas de crecer y madurar es que cada vez importa menos seguir los dictados de cómo hay que vestir, mientras te sientas bien con lo que llevas. Y si un día decido deshacerme de él, lo donaré a una tienda de segunda mano, para que alguien más lo vea, se enamore de él, lo compre y lo disfrute.