martes, 26 de julio de 2011

¡¡Del atontamiento a la acción!!

No cierro por vacaciones pero me voy de vacaciones. No tengo muchos planes pero los que hay son muy concretos, de hecho se pueden resumir en uno: disfrutar. Disfrutar todo lo que pueda del sol, del agua, de la buena comida, de la buena y fresquita bebida, del canto de las cigarras, de los grillos, del silencio de la siesta, de las noches calurosas, de las noches de tormenta, de las fiestas de los pueblos, de la calma de las ciudades en agosto, de los sitios nuevos que visitaré, de la gente nueva que conoceré, y sobretodo de la compañía de la familia y amigos.

Que disfrutéis del verano allá donde estéis.

jueves, 21 de julio de 2011

Estado de agradable atontamiento

Así estoy. Nada que leer, nada que hacer, nada que corregir, nada que preparar para mañana. Es un momento "zen" de esos. Mañana el colegio cierra oficialmente por vacaciones. Los alumnos están deseando, pero no saben que en la intranet de los profesores hay un reloj que marca la cuenta atrás desde hace dos semanas. Menos de 24 horas.

No recuerdo haber deseado tanto unas vacaciones en ningún otro trabajo, ni haber llegado a las mismas tan cansada. Tampoco recuerdo otro trabajo en el que tuviera tantos proyectos en mente para la vuelta. Pero eso será en unas semanas. Ahora toca disfrutar de no hacer nada. Como me dicen por aquí, he "sobrevivido a mi primer año" en la enseñanza.

miércoles, 20 de julio de 2011

¿Rebeldía adolescente?

No seré yo quien diga que los señores diputados han de sofocarse de calor y tener sensaciones de ahogo por llevar una corbata anudada al cuello en el mes de julio. Y efectivamente, si relajar la etiqueta ayuda a ahorrar energía y poner un granito de arena en la conservación de nuestro castigado planeta, pues bienvenida sea la dispensa de llevar corbata en verano. Entiendo a ese señor ministro: al fin y al cabo durante años tuve que llevar uniforme, y teníamos uno de invierno y otro de verano.

Lo que si digo es que a no ser que estemos ante un adolescente en fase de rebeldía y auto-afirmación, no entiendo la actitud de un señor ministro de saltarse la etiqueta requerida para acudir a su puesto de trabajo. Y contestar como un niñato con lo del ahorro de energía. Debe haber otras maneras de plantear la cuestión, si un grupo de señores miembros quiere un cambio presentan la propuesta, se vota y si sale mayoría (de 2/3, absoluta o simple, me da igual), pues se cambia el protocolo y todos tan contentos. Pero este numerito no es digno de un parlamento serio. Me parece una chulería que sobra. Y parece que es reincidente.

No voy a entrar en un debate acerca de si la etiqueta es acertada o no: existe en muchos sitios y contextos distintos, estemos de acuerdo o no. Y no pasa nada. Yo no puedo llevar vaqueros ni deportivos ni ropa muy informal, corta, transparente o descocada. Ni maquillaje cantoso ni piercings, y sólo se me permite un pendiente por oreja. ¿Es bueno, es malo? Simplemente es, y lo acepto con naturalidad, forma parte de mis obligaciones laborales, ya lo sabía cuando acepté el empleo. Fuera del trabajo, hago lo que quiero. A mis alumnos se les exige lo mismo y lo menos que puedo hacer es dar ejemplo. ¿Con qué autoridad moral podría recordarles las normas de vestir si no? Parece que el uniforme de los ujieres requiere también corbata en verano. Si yo fuera ujier, estaría muy contenta con la postura adoptada por el señor que preside la cámara. Por cierto, hay gente le pone pingando en los comentarios del periódico digital que he leído, lo más flojo que le llaman es carca y carroza. Ha hecho lo que tenía que hacer en su posición: pedir que se respete la norma de vestimenta.

domingo, 17 de julio de 2011

"Pues este verano voy a..."

Así hablo yo aún a día de hoy, en futuro próximo, "ir a + infinitivo", este verano voy a tomar el sol, este verano voy a visitar a mi familia, este verano voy a ir a la playa, a la piscina, este verano me voy a poner ciega de jamón, gazpacho y salmorejo, este verano voy a estar todo el día a la bartola, este verano voy a quedarme hasta las tantas en las terracitas... y eso que ya hemos pasado la primera quincena de julio.

Será porque aún no tengo vacaciones, será porque hace un tiempo otoñal y se ha visto el sol en contados fines de semana desde abril, para mí no es aún verano. Pero agosto está a la vuelta de la esquina, un poquito más y ya estoy allí.

Acabo de caer en la cuenta de que no tengo bikini, así que me voy a las rebajas ya mismo.

martes, 12 de julio de 2011

Adicciones: la telebasurilla (I) y (II)

(La entrada estaba resultando tan larga que he decidido publicarla por entregas)

Cuando me convertí en una española por el mundo, no existía el gran hermano, las crónicas marcianas eran aún un programa fresco y serio, había unos cuantos programas del cotilleo (que iban de lo meloso a lo irónico aún poco ofensivo) a la hora de la siesta, y el despelleje auténtico y despiadado comenzaba a asomarse los viernes por la noche en un programa de una cadena autonómica. Se podían contar con los dedos de una mano las señoritas que aireaban sus devaneos con algún futbolista, marido de o similares. También había un torero a quien las féminas le tiraban las bragas al ruedo, que tenía una novia rubia y tímida. No hablo de hace tanto, aunque si digo que eran finales del siglo XX podría parecerlo.

Tras leer una entrada de  Temujin  sobre la que un día fue la tímida novia de un torero y los muy interesantes comentarios posteriores, recordé un post sobre el tema que hace meses me dejé a medio hacer. Como era demasiado largo para poner en un comentario, lo recupero ahora. Y con esto complemento el resto de comentarios, que son todos válidos. La cosa es que yo creo que los programas basura en general y ciertos personajes que en ellos aparecen en particular provocan adicción. Está claro que si existen es porque hay gente que los ve. Pero echarle el muerto al televidente sin más es injusto. Así se justifican los productores para ofrecer mierda sin parar. Y hay quien no los ve, quien niega verlos, quien los ve aunque acabe asqueado, o quien ya con naturalidad, ya a la defensiva te dice que sí los ve y ¿qué pasa? A la tele se le ha llamado "la caja tonta" desde que yo recuerde, te sientas en el sofá dispuesto a que te entretengan. Y dependiendo de la naturaleza del programa, y de la fibra que toque en el televidente consigue entretener y hasta enganchar. Puede ser un enganche positivo o nocivo. Como el tabaco. Con el agravante de que no cuesta dinero y lo tienes ahí al alcance de la mano en tu propia casa, no hay más que apretar un botón. Y ciertas cadenas, que no son tontas, alimentan y satisfacen esa adicción, ofreciendo dosis de mierda cada vez mayores y en una franja horaria cada vez más amplia, por aquello de que el cuerpo y la mente acaban habituándose (y perdiendo interés) por lo que es necesario mantener la atención, seguir despertando el morbo, en definitiva conservar a la audiencia. Hay comportamientos, lenguaje, maneras en la tv que hace años habrían escandalizado y hoy en día pasan como normales en el grueso de la opiniòn pública. Pero me estoy yendo del tema, que es el de la adicción.

¿Que cómo lo sé? Pues no he hecho ningún estudio, me voy a basar en la experiencia de mi breve pero intenso período de adicción a la telebasurilla, que creo puede extrapolarse. Si resulta que soy un caso único, bueno, pues me caigo del guindo y ya está. En fin, confieso que fui adicta y que a veces tengo que hacer un esfuerzo consciente para no sentarme y mirar "solo un ratito". Como lo de fumarse "sólo un cigarro". Los mecanismos de la adicción, causas y explicaciones los dejo para los expertos. Yo sólo sé que la telebasura puede ser adictiva: sabes que no es buena pero no te puedes resistir. Y si encima la tienes a cualquier hora del día es incluso peor.

Primero el contexto: allá por el año 99 (¿o era ya el 2000?), ya instalada en la isla, una compañera de trabajo volvió diciendo que había llamado a su casa a España como cada domingo (desde una cabina, eran otros tiempos), y que su madre no se había puesto porque según su hermano estaba viendo un nuevo programa concurso donde "la gente se metía en una casa con cámaras las 24 horas al día, y que todo el mundo los veía y no, no eran actores". El resto no nos lo creímos, anda ya, será preparado, seguro que son actores haciendo el papel de que no lo son, ¿quién se va a dejar grabar de esa manera? Vaya tomadura de pelo. (Inocentes, cándidos palomos que éramos ¿verdad?) Unas días más tarde pasó por el restaurante donde trabajaba una señora que vivía en España. Al final de la comida me ofreció una revista "del cotilleo" y ahí fue en un suplemento de la misma donde descubrimos que era cierto, nada de actores. En cuestión de meses el programa se extendió por Europa. Era el gran hermano recién venido de Holanda. Causaba furor por donde pasaba. Una nueva era en el mundo de las comunicaciones audiovisuales había comenzado. Sea porque no tenía tele, o porque trabajaba durante las emisiones, o porque mi nivel de idioma no era lo bastante bueno, prácticamente me perdí esos inicios.

Volviendo a España, cada vez que iba de vacaciones me resultaba más difícil seguir los cotilleos de la sobremesa, que sí, si me pillaba en casa lo veía, era parte de la rutina veraniega. No sabía quién era la mitad de la gente que aparecía en los programas: señoritas estupendas famosas quien sabe por qué, y algún que otro señorito, ex-granhermanos, cantantes "frikis" etc se sumaban a los famosos "de toda la vida", a quienes se perseguía despiadadamente micrófono en mano, incluída la tímida y rubia ya ex-novia de torero, que aún no era contertulia. Y poco a poco, las cadenas ofrecían nuevos programas de cotilleo, realities, análisis serios y desde una perspectiva científica de lo que había dado de sí la jornada del gran hermano etc.

PARTE II. LA ADICCIÓN
Y así llegamos a mayo y junio de 2003, cuando por motivos de salud volví a casa de mis padres por unas seis semanas. Por aquel entonces la novedad era una especie de gran hermano de famosetes, entre ellos una pitonisa, la ex de un humorista, uno con título nobiliario dedicado a los negocios de la noche, una habitual de los plató por liarse con no sé quién... Acabo de ver que el programa aparece en la  wiki , el apartado "ocupación/famoso por" no tiene desperdicio.

Cuando vas a casa te apetece pasar tiempo con la familia, y te acoplas a sus costumbres, una de ellas ver la tele después de cenar. Mi madre y mi hermana seguían ese programa, recién estrenado. La primera impresión fue de un repelús enorme, un rechazo genuino ¿qué era aquello? ¿qué hacían ellas viendo eso? Mi madre había pasado hasta de las telenovelas, siempre me había enorgullecido que fuera de las auténticas de los animalitos de la 2 de la sobremesa. Y mi hermana, tan joven, tan inteligente. La primera semana se fue en discusiones "anda, cambiad eso", "calla, tonta", "¿pero cómo podéis aguantar a esa gente?¿no véis que son unos jetas?¿no véis que cobran una pasta por no hacer nada?", "jajaja, calla, que no nos enteramos", "pero por favor, si esto no hay quien lo aguante, vamos a ver otra cosa", "que noooo, jajajja, halaa qué fuerte lo que ha dicho ése...". Y así terminaba yo en la habitación de mi hermana -que tenía tele- viendo otra cosa, o en la mía durmiendo. Pero también quería pasar tiempo con ellas, así que de vez en cuando volvía al comedor. Mis protestas se hacían más débiles a medida que pasaban los días. Ya era una receptora pasiva. Aún me iba al cuarto de mi hermana, pero en más de una ocasión cambiaba a ver qué estaba pasando en el hotel. El siguiente paso fue poner la tele por la mañana, sola en casa, cuando nadie me veía, a la hora de la tertulia, y después de comer. Al mes mas o menos ya era una telespectadora activa que libremente encendía la tele y elegía ver ese programa. Nadie me obligaba, cierto. Bueno, pues no recuerdo por qué pero el día de la final ni mi hermana ni mi madre estaban en casa. Y yo, voluntariamente, me la chupé enterita, y además voté, sí, mandé un mensaje con mi voto... uno de los finalistas fue bastante ofensivo verbalmente con la otra y puse mi granito de arena para que ganara ella. Llegué más lejos que mi madre y mi hermana. ¿Qué había pasado? ¿Cómo fue posible todo esto? No sé. En mi defensa diré que tenía que estar todo el día en casa, que no podía leer mucho tiempo seguido ni hacer otras cosas. También me enganché a los dibujos de Sinchán, a las noches de películas españolas y a un programa de sobremesa de esos donde los concursantes saben un montón.

Pocos días después me volví a la isla, y continué con mi vida y mi rutina habitual. No recuerdo síndromes de abstinencia, o querer, pedir, demandar de ninguna televisión otro programa semejante. Se puede vivir sin ellos. Es lo bueno de esa adicción, que se cura si no está a la vista el objeto que la produce. Si por arte de magia desaparecieran todos los espacios basura, habría quizás quien estuviera desorientado al principio, queriendo saber acerca de sus personajes, no sabiendo cómo llenar esas horas. Pero claro, como alguien apuntaba es muy económico este tipo de programa, no hay que contratar a buenos profesionales para que creen algo de calidad.

Las conclusiones finales (parte III) las dejo para otro día. Mientras tanto, ¿alguien se acuerda de esto?


¡¡¡Cotilleeeooo!!! La verdad es que antes se lo curraban mucho más que ahora, sin duda.

domingo, 3 de julio de 2011

¡En forma!

Tras cuatro meses  haciendo deporte  de forma regular, es un buen momento para hacer balance.
La gente me dice que:
- estoy más esbelta/delgada.
- el aspecto de mi piel es mucho mejor.
- parezco más despierta.
- parezco más joven.

Yo he notado que:
- estoy más esbelta y firme, el aspecto de mi piel ha mejorado,
- duermo mejor y los niveles de estrés han bajado,
- estoy más animada y tengo mucha más energía,
- tras una sesión estoy menos cansada que al empezar,
- estoy feliz por dentro y feliz por fuera (y sin necesidad de bífidus).

Y que conste que no estoy a dieta.

Siendo éstos resultados buenísimos, hay otra nueva razón de peso que me anima a seguir, especialmente ahora que llevo unas tres semanas de flojera. Yo no he sido nunca muy deportista. Eso sí, la operación bikini la he practicado unas cuantas veces a lo largo de los años: comida sana, dietas estrictas (nunca mais) y buenas dosis de aerobic, gimnasia, footing, caminatas, natación. Caña, mucha caña. Aparte de agujetas y la fatiga normal tras un esfuerzo físico, mi cuerpo por lo general nunca se resintió de estos sobre esfuerzos que normalmente no duraban más de tres meses.

Ahora la cosa ha cambiado: al poco de empezar a hacer deporte, tras una sesión de juegos que incluía regates (que te pillo, que no me pillas etc) tuve dolor de tobillos durante dos semanas. Otras veces me duele una rodilla, o una ingle, o la planta del pie así, sin avisar, cuando voy corriendo. Me ha sorprendido que mi equilibrio no anda muy bien, y si tengo que doblar una pierna hacia atrás y coger el pie con la mano para estirar cuádriceps, por ejemplo, tengo que apoyarme en algo. Y eso hasta que conseguí colocar la pierna en esa posición, que la elasticidad se ha evaporado. Además, ahora soy plenamente consciente de que tanto en equilibrio como en elasticidad, el lado izquierdo de mi cuerpo va mucho mejor que el derecho (¿o es al contrario?).

¿Y qué decir del aguante? Saltos, técnicas de carrera y carreras cortas (sprints?), juegos... se me sube el corazón a la garganta, me falta el aire, resisto muy poquito. Hace poco EntrenadorPersonal vino con un saltador. Teníamos que hacer unos ejercicios, rotando, y uno de ellos consistía en saltar durante un minuto. Fácil ¿verdad? Eso yo lo había hecho infinidad de veces de pequeña, mi primer saltador fue como ése de la foto pero con los mangos de color naranja. Anda que no salté yo en su día. Pues (volviendo al presente) lo máximo a lo que llegaba eran 20 saltos antes de que la cuerda tropezara con mis pies. Y no sólo eso, estaba tan fatigada que al volver a intentarlo -por favor, qué minuto taaaaan largo-, no era capaz de levantar los pies del suelo. Y así, haciendo intentos hasta que se acabara el minuto, volví a mi infancia de barrio con otros muchos niños de barrio, llena de juegos que requerían esfuerzo físico (el balón prisionero, el poli-ladrón, el escondite, la goma, la cuerda, el pino, el pino-puente, volteretas, hacer "yoga" -que básicamente consistía en sentarse cruzando las piernas y con los pies por encima-, saltar al potro, el churro y un largo etc). No parábamos. y ahora... ahora ni saltar un minuto podía.

Y esto va pa´bajo, de una manera imperceptible, lenta pero segura. Yo no me siento achacosa en mi vida diaria: me considero ágil, ando muchísimo, no me duele nada, sólo se me carga la espalda. Así que todo lo dicho es una llamada de atención, una alarma que se ha encendido. Visto lo visto, quiero hacer todo lo posible para conservar este cuerpecito en óptimas condiciones. Y lo de mantenerse en forma adquiere un nuevo significado. Una de las acepciones de la R.A.E de mantener es: 3. tr. Conservar algo en su ser, darle vigor y permanencia. Pues eso, quiero que sea un mantenimiento de por vida. El mayor peligro es la querencia al sofá y el "bueno, hoy no voy, sólo hoy".

Por cierto, al final llegué a saltar casi un minuto. el secreto fue ponerme a tararear bajito canciones de los juegos de la infancia: 20 saltos, 30, 40, 50, 60, 70, 80 90 saltos... Habría conseguido llegar al minuto, pero cuando oí a Miss Aragón decir: "Mírala, qué deprisa vaaaa, si da miedooo, jajjajaja" me dio un ataque de risa y no pude continuar. La próxima vez llegaré al minuto.

(Iba a dar más detalles sobre las canciones de la infancia, pero me estaba extendiendo demasiado. Mejor dejarlo para otra entrada).