viernes, 13 de noviembre de 2009

La dieta de CO2.

Es un anuncio que escuché en la radio. Dice algo así:

- Uy, qué bien te veo, qué buen aspecto tienes.
- Es que estoy siguiendo una dieta: la dieta de CO2.
- ¿Dieta de CO2?
- Sí. Bla bla bla...

El hombre del anuncio en cuestión ha decidido caminar más y usar menos el coche: ésa es la dieta de la que habla a su amiga. Lo que el anuncio propone al final es una reducción de 5 millas semanales en el uso del coche: así se contribuye a reducir las emisiones de anhídrido carbónico. Y además, caminando nos quedamos como sílfides. Me gustó el anuncio.

Todos podemos contribuir. Todos tenemos que contribuir, en la medida de nuestras circunstancias y nuestras posibilidades. Parece que de Copenhague no va a salir mucho, ya se nos va avisando. Nos queda a los pequeños ciudadanos poner nuestro grano de arena, como dice la autora de un blog (aquí pondré el enlace cuando sepa cómo hacerlo). Reciclo, procuro no malgastar agua, ni luz, ni gas, papel. Pero siempre se puede hacer más. Me he propuesto unirme a la dieta del CO2. 5 millas semanales. Puedo hacerlo, aunque conlleva sacrificio, claro. Usar el transporte público para ir a los diferentes centros de trabajo está descartado por la falta de combinación. Pero los lunes, día en que trabajo en dos centros, podría dejar el coche aparcado en uno e ir y volver andando del otro. Supone un mayor esfuerzo, claro, tanto de horas de sueño (tendría que levantarme una hora y media antes, y un lunes...), como de comodidad, y es que en esta parte del Guirimundo llueve bastante. Pero bueno, dieta y sacrificio son palabras que van unidas ¿no? Por otra parte la dieta de CO2 tiene sus recompensas. Porque aparte de hacer algo más por el medio ambiente, he de confesar que esta decisión no es del todo altruista... el precio de la gasolina está , así a lo tonto, sin hacer ruido, subiendo de un modo que me echo a temblar cuando la aguja del depósito baja. Dicen que una buena parte es a causa de la especulación. Para echarse a llorar. Los brotes verdes de mi economía personal (tras mi penosa situación laboral y financiera de este último año) se me van en dar de comer al coche, para que unos pocos obtengan todavía más beneficios. No es justo, pero no sé qué puedo hacer. Por último, pero no por ello menos importante, andar me puede ayudar a ponerme en forma, que últimamente me muevo poco y estoy un poco oxidada.

Mi respeto para los que usan la bicicleta para desplazarse: niños que van al colegio, mayores a la compra, al trabajo... Hace tiempo que dejé de percibirlos como estorbos irritantes que me salen al paso y me hacen reducir la velocidad cuando voy al volante.

lunes, 9 de noviembre de 2009

La noche me confunde

La noche del sábado salí con las chicas. Nos reunimos de vez en cuando para cenar, charlar y ponernos al día, tomar unas copas y, en definitiva, pasar un buen rato. Cualquier excusa es buena para juntarnos a celebrar algo, en esta ocasión se trataba del cumpleaños de Miss Cataluña. Para mí ésta era la segunda vez que continuaba la noche con ellas más allá de la cena. Íbamos todas guapísimas. Miss Venezuela me maquilló los ojos de acuerdo a las últimas tendencias, tal y como le había enseñado unos días antes la dependienta de una marca de cosméticos en unos conocidos grandes almacenes. Uf, realmente mis ojos redondillos parecían almendrados, rasgados. Lo que pueden hacer unas pinceladas bien dadas.

La primera copa la tomamos en un bar de moda, sentadas en un gran sofá de esos redondos, alrededor de una mesa, cerca de la puerta. No podían faltar las fotos y algunas de las chicas pedían amablemente a quien estuviera cerca si podían hacérnoslas. Siete mujeres y cuatro cámaras en total. En un momento dado un grupo de señores cincuentañeros, se disponía a abandonar el local. Queríamos una foto en ese momento y ellos parecieron encantados ante la amable petición de las niñas de tirarnos una. Uno de ellos sacó su móvil para hacer lo propio y no me gustó. Le pedí que por favor no hiciera fotos con su móvil, a lo que él respondió con una pregunta "¿por qué?". Eso me enfadó. ¿Cómo que por qué? A mí me parecía obvio: considero que tengo el legítimo derecho a no querer aparecer en móviles de desconocidos, sin que se me cuestione por ello, y por tanto creo tener derecho a que se respete mi deseo. Y no sé, me olvidé de que aquí en Guirilandia es mejor decir las cosas de un modo muy sutil y diplomático y sólo me salió contestar que porque no quería y que no me parecía bien que insistiera después de habérselo pedido. Y volvió a preguntar que por qué, no entendía el buen señor, decía algo así como "sois unas chicas guapas", como si eso fuera una razón de peso para llevarse una imagen nuestra en su teléfono. Vamos, diríase que le estaba privando yo de un derecho suyo, y sin motivo justificado. Pero no supe qué otra cosa decir, y sólo alcancé a mirarlo con cara de perro (no sé qué efecto producía el nuevo look de mis ojos), y repetir que no quería que hiciera la foto. A todo esto empecé a ser consciente de que era yo la única que protestaba, sólo Miss Comunidad Valenciana me dijo discretamente que ella tampoco quería salir. Las dos volvimos la cara cuando el señor hizo la foto, incluso yo alargué el brazo mostrando la palma de mi mano a la cámara. Acto seguido le dije que por favor borrara la foto. No sé si la borró o no. Se fueron, y yo estaba que echaba humo. Ya ni recuerdo qué dije pero les pregunté a mis amigas, cabreada, por qué ninguna había dicho nada. Bueno, pues resultó que a ellas no les había parecido mal lo de la foto, nadie lo dijo expresamente pero creo que mi reacción les pareció extraña y exagerada. Me dijeron que no le diera importancia. Me sorprendió esta actitud, me sentí incomprendida. Confusa. No se habló más del tema, no me pareció el momento de seguir con ello. Tardé unos veinte minutos en olvidarme. No quería amargarme la noche y ya habría tiempo de comentarlo otro día, en frío. Me habría gustado ver la foto, después de todo: ¿habían posado todas con su mejor sonrisa (excepto Miss Comunidad Valenciana y yo que volvimos la cara)?

A ver, no creo que este señor fuera a hacer nada raro con la foto, ni que tuviera motivos sospechosos u oscuros etc, etc, pero yo me pregunto, ¿tanto ha cambiado el mundo en estos casi dos años en los que -por circunstancias varias- dejé prácticamente de salir por la noche, como para que no se entienda que pueda no parecerme bien y normal que cualquier desconocido me fotografíe? ¿O el mundo siempre ha sido así y yo desde mi guindo nunca me di cuenta? ¿Era en realidad ese empeño por sacar una foto una refinadísima galantería hacia nosotras por parte de aquel señor, que yo no supe ni aún ahora alcanzo a apreciar? ¿No es bastante razón que yo no quiera que me saquen una foto para que se respete mi voluntad? ¿Exagero? ¿Soy una borde?