jueves, 9 de agosto de 2012

Fondo de armario

Lo vi colgado de una percha, escondido entre otros muchos en una tienda benéfica de segunda mano. Me llamó la atención por lo coqueto y femenino y por su falda plisada. ¿De qué material estaba hecho? ¿Crepé, tal vez? No sé, era muy ligero. Parecía de esos que no necesitan plancha. Tenía unas manchas, ¿se podría lavar? ¿a mano o a máquina? ¿O quizás sólo admitía limpieza en seco? Lo volví del revés buscando la etiqueta. No la encontré. Del revés me llamó más la atención todavía: no era una confección industrial, al menos como yo la he conocido siempre, con sus pespuntes y remallados imposibles de hacer con una máquina normal. Sin embargo, tampoco parecía un producto hecho en casa. Era algo a medio camino. En los tirantes se apreciaban unas diminutas puntadas hechas a mano. Quizás la dueña había tenido que meterlos o sacarlos un poco. Esto parece antiguo -pensé-. Por fin encontré una etiqueta. No decía nada de acerca de su cuidado, pero sí de su origen: Made in Spain. ¡Qué ilusión! Algo fabricado allí, concretamente en Valencia. Un número de teléfono sin prefijo provincial y una "G" completaban la información. Nada de códigos de barras, C.I.Fs, sedes sociales o similares. Y una G de "grande", no una L... Esto es antiguo, desde luego, -pensé-.

         

Me metí en el probador. El vestido me entró bien y no me estaba grande. Yo uso una talla mediana o eso me dicen los fabricantes de hoy en día. Se dice y creo que es verdad que han ido cambiando las medidas de las tallas para "hacernos sentir bien". Me miré de frente, de un lado, del otro lado, por detrás. Era bonito. El escote engañaba, a pesar de terminar en pico era muy recatado, tan alto que no dejaba ver ni una pizca de canalillo. Y era más translúcido de lo que aparentaba. Qué raro que no tuviera forro, pero recordé que en otros tiempos las combinaciones eran una parte muy importante de la lencería femenina. Me miré de nuevo. En vez de ser yo, podría ser mi madre en las fiestas de su pueblo cuando estaba soltera. Ya me había enamorado del vestido. Esto es de verdad antiguo -pensé-, una de esas cosas retro, "vintage", que es como le ha dado a la gente por llamarlo ahora. ¿Quién pudo ser su dueña? ¿Cuándo lo compró? ¿Y dónde? ¿En unas vacaciones en España, o aquí? ¿Se hizo en un taller, en una fábrica o fue el trabajo de una modista particular? ¿Y cómo llegó hasta la tienda de segunda mano?  ¿Se deshizo la dueña misma después de haberlo conservado muchos años o quizás murió y su familia al hacer limpieza lo metió en una bolsa junto a muchas otras cosas para donarlo a la tienda?

Creo que lo voy a comprar -decidí-. Le saco un poco los tirantes, le pongo un cinturón chulo y ya encontraré la ocasión de lucirlo. Pero ¡ay! esas manchas... Humedecí una de ellas con agua de una botella y desapareció. Mío, mío, me lo llevo. Y me lo llevé. Por siete libras esterlinas. Directo a ese fondo de armario. ¿No dicen que ha de tener al menos un vestido negro?

Ya en casa, llamé al teléfono de la etiqueta, por curiosidad. Nada. Error en la llamada. Será que ese número ya no está activo. La verdad, no tengo ni idea de si el vestido es antiguo o no, pero da igual. Me encanta. Y me lo voy a poner. Aunque no esté a la moda. Una de las ventajas de crecer y madurar es que cada vez importa menos seguir los dictados de cómo hay que vestir, mientras te sientas bien con lo que llevas. Y si un día decido deshacerme de él, lo donaré a una tienda de segunda mano, para que alguien más lo vea, se enamore de él, lo compre y lo disfrute.


10 comentarios:

  1. ¿Eso te ha sucedido de verdad?
    Mientras lo leía me parecía una bonita historia, pero ahora, al terminar de leer, me ha parecido que es real y que te ha ocurrido...
    Me ha encantado esta entrada...
    Besos y salud

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    1. Genín, sucedió tal cual lo escribí, el fin de semana pasado. Ese día compré otras cosas en las rebajas de las tiendas convencionales, pero nada (ni siquiera las buenas gangas que encontré), me hizo tanta ilusión como este vestido. Y encima algo fabricado en España, que cada vez se encuentra menos (últimamente miro mucho las etiquetas).

      Me alegra que te haya gustado la entrada, la he vuelto a releer y tiene hasta ingredientes para un relato de misterio, una tienda de segunda mano, un vestido antiguo, un número de teléfono...

      Besos, salud y un buen ventidador, que ya he visto que os ha llegado una ola de calor...

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  2. Confieso: Es una Debilidad mía!!! y ahora mismo estoy que te muerdo jaaajajajjaa Ahora se mira de otro modo, pero que a mí me gsutara hace años vestirme con ropa de segunda mano de los mercadillos, era algo que me criticaban (mal) He usado pantalones de caballero guapísimos, chaquetas de lana de hombre a las que no les había salido ni una bolita!, camisetas punkarras que seguramente vistió un punk de los de verdad... Me encanta! hoy busco por internet en páginas, pero es lo que tiene la moda, lo que entonces me criticaban me salía muy baratillo, y ahora cuesta una pasta...
    El vestido tiene muy buena pinta!!! y ponérselo será jugar a imaginar en qué cuerpo esuvo, quién era, qué haría... historias.
    Aaaachuchones!!!!!

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    1. India, vente pa´cá a hacer un curso intensivo para perfeccionar tu castellano ;-)) ... esto es el paraíso de la segunda mano, nunca ha estado mal visto, que yo sepa. En todas las ciudades hay tiendas "franquicias" benéficas. Te imagino de tienda en tienda, encontrando tesoros escondidos entre montones de ropa anodina.

      Desde luego fuiste una pionera, en España no había cultura de segunda mano en general (hablo por mí misma), eso de llevar ropa que había sido de otros nunca se me habría pasado por la cabeza. Y no es más que llevar lo que te gusta, mucho más barato, y en ocasiones de muy buena calidad. Además de pionera, valiente, por lo de las críticas. Todo eso que comprabas ahora se llama "vintage" ¡y se paga!

      Sigo imaginando en qué cuerpo estuvo, esta mañana pensaba que quizás en el de una jovencita española que emigró a estas tierras allá por los 60 y que ahora que se jubila se vuelve a España a cobrar su pensión y disfrutar de su tierra... La imaginación es libre, por suerte.

      ¡¡Un achuchón muy muy fuerte!!

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  3. Que pena de "canalillo"... jajajaja.
    Pienso que cada dia se hace peor ropa, no se..., por cierto ¿Vives en U.K.?

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    1. Temujin, lo del canalillo tiene arreglo, jajaja, ya vi que puedo sacar un poco los tirantes y en cuanto tenga un rato haré las modificaciones oportunas.

      Hay mucha ropa de usar y tirar, estoy de acuerdo, o bien el tejido o la confección no son buenas. Se fabrican para durar lo que tarda en cambiar la moda. Si quieres calidad, que también la hay en la ropa, normalmente hay que pagarla como artículo de lujo, o esperar a las rebajas, es raro ver buena calidad y precio asequible...

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  4. Que rechuli parece, ya te harás una foto, no?, jajaja aunque sea sin cabeza. A mí me encanta eso de la ropa de segunda mano y es cierto que se encuentran cosas muy buenas y especiales. De esa, como te ha pasado a ti, le echas el ojo y dices, ese, ese es el que quiero.
    Seguro que cuando le bajes un pelín los tirantes y luzca canalillo hasta a Temujin le parece divino, jajajajaja
    Besos Guinda, ya aterricé.

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    1. Jaajaja, cuando el canalillo esté en su sitio y me compre un cinturón, edito la entrada y añado la foto... sin cabeza o con la cabeza pixelada, ;-)

      Es verdad que a veces se encuentran cosas muy buenas o especiales, si vas buscando algo concreto, posiblemente no lo veas. A mí algo tan "impactante" no me había pasado.

      Si, ya me he pasado por tu blog, Carmela, y vaya aterrizaje, tres entradas en un rato...

      Un abrazo

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  5. Bueno, me encantó la historia.
    La compra es buena porque ese vestido nunca pasará de moda, y si, además, te queda bien...
    Besos, Guinda.

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    1. Y a mí me encanta que te haya encantado la historia, Blue, sobretodo al ser real. :))

      El vestido tiene un buen corte, por eso sienta bien (aparte de ser mi talla "G", claro). Y sí, es algo clásico, no parece tan fuera de moda, aunque ahora no se vean casi faldas plisadas.

      Un beso fuerte

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Otra guinda para el cesto